Este es un comentario que recibí en taringa al poner el post vamos a morir me pareció muy interesante y lo comparto con ustedes y debajo una respuesta mía.
Respuesta :
Hay algo muy importante que estas olvidando, los sueños lo que vemos, oímos son simples reacciones electroquímicas y otras veces fisicoquímica, que se envían a nuestro cerebro y nuestro cerebro lo procesa y nos da el sabor tal vez el color y el dolor de lo que a nuestro cuerpo le pasa, todo absolutamente todo pasa por una reacción electroquímica en nuestro cerebro y crees que hay otra lugar donde pasa eso, es simplemente ilógico creer que esa energía (espíritu como llamas tú) seamos nosotros mismos “con todas nuestros defectos, que en esa energía este todas las cosas que no pasaron, por lo que lloramos lo que amamos” y si nuestro cerebro deja de funcionar no es lógico decir que seguiremos siendo nosotros mismo. Bueno ahora hay una cosa algo interesante y te apoyo mucho con todo lo que usted dijo que si el espíritu no puede morir cuando el cuerpo muere, cuando el pájaro deja su jaula, esa energía simplemente será liberada al lugar de donde empezó y volverá a servir a otra cosa, tal vez a algo vivo para poderlo mejorar como a una planta, animal etc.
Pero no podemos decir que seguimos siendo nosotros saludos.
La otra manifestación de los poderes y de las actividades del espíritu se da sin intermedio de instrumento u órganos. Por ejemplo, en el estado de sueño, se consigue ver sin necesidad de ojos, oír sin oídos, hablar sin lengua, y correr sin pies. En resumen, esta clase de actividades cae fuera del alcance de los instrumentos y órganos. Cuán a menudo sucede que una persona estando dormida tiene un sueño cuyo significado se hace evidente dos años más tarde en circunstancias idénticas. De igual modo, cuántas veces sucede que un problema irresoluble en el estado de vigilia, se ve resuelto en el mundo de los sueños. En el estado de vigilia el ojo alcanza a ver a escasa distancia; pero en sueños quien se halla en el Oriente ve el Occidente. Cuando se está despierto, tan sólo se ve el presente; cuando se está dormido, se ve el futuro. En estado de vigilia, a lo sumo se consigue recorrer una distancia de veinte parasangas150 en una hora; mientras que en el estado de sueño, en un abrir y cerrar de ojos, se atraviesa el Este y el Oeste. Pues el espíritu viaja de dos maneras diferentes: sin medios, o viaje espiritual; y con medios, o viaje material, como sucede con los pájaros, que remontan el vuelo con sus alas.
Al dormir el cuerpo permanece como si estuviera muerto; no ve, no oye, no siente, no tiene conciencia ni percepción. Las facultades del hombre se vuelven inactivas; pero el espíritu vive y subsiste. Es más, sus capacidades se vuelven más penetrantes, vuela más alto, su inteligencia es mayor. Por ello, juzgar que después de la muerte del cuerpo el espíritu perece, es como imaginar que el pájaro cautivo en una jaula tenga que perecer porque la jaula se rompa, aunque el pájaro nada tenga que temer con ello. Nuestro cuerpo es como la jaula, y el espíritu es como el pájaro. Vemos que sin la jaula, el pájaro vuela en el mundo del sueño; por tanto, si la jaula se destruye, el pájaro permanecerá y subsistirá; su sensibilidad se hará aún más intensa, su percepción será mayor y su felicidad aumentará. A decir verdad, es como abandonar el infierno para alcanzar un paraíso de delicias, pues para los pájaros agradecidos no existe paraíso más sublime que la liberación de la jaula. A esa misma razón se debe el que los mártires se apresuren hacia la explanada del sacrificio.
En el estado de vigilia, el ojo humano divisa a lo sumo el equivalente de una hora de distancia151. Los medios corporales marcan un límite al poder del espíritu. Sin embargo, mediante el ojo del intelecto y de la visión interior, logra ver América, es capaz de percibir cuanto allí existe, descubrir su condición y organizar los asuntos. Así pues, si el espíritu fuese idéntico al cuerpo, sería preciso que el poder de la visión interior existiera también en la misma proporción. Por tanto, es evidente que el espíritu se diferencia del cuerpo, que el pájaro se diferencia de la jaula, y que el poder y capacidad de penetración del espíritu son más poderosos cuando operan sin la mediación del cuerpo. No porque un instrumento sea abandonado, deja su dueño de obrar. Por ejemplo, no porque la pluma sea desechada o se rompa, deja el escritor de estar presente en vida; no porque una casa se derrumbe ha de morir su propietario. Éstas son algunas de la pruebas lógicas de la inmortalidad del alma.
Hay, empero, otra prueba: el cuerpo se debilita y se vuelve abotargado, se enferma y recobra la salud; se cansa y descansa. Puede que sufra la amputación de una mano, o de una pierna, o que su capacidad física desaparezca. Puede quedar ciego, sordo o mudo; o sufrir la parálisis de sus miembros. En fin, el cuerpo puede padecer todas las vicisitudes. No obstante, el espíritu se mantiene en su condición original, eterno en sus facultades espirituales, libre de imperfección o mutilación alguna. En cambio, cuando el cuerpo padece el acoso de enfermedades e infortunios, se ve privado de la gracia del espíritu, tal como si de un espejo se tratara que, al romperse o enturbiarse, o al quedar cubierto de polvo, no alcanzara a reflejar los rayos del sol ni a revelar su munificencia.
Ya hemos explicado que el espíritu humano no se aloja en el cuerpo, por cuanto está libre y exento de entrar o salir, fenómenos éstos propios de la condición corporal. La relación del espíritu respecto del cuerpo es como la relación que media entre el sol y el espejo. En breve, el espíritu humano se halla en una única condición. No le enferman las dolencias del cuerpo, ni por tanto recobra la salud; no se enferma, ni se debilita, no se lastima, no se ensombrece, no es liviano, no es pequeño. No le perjudican las indisposiciones del cuerpo. Ningún efecto se hace visible en él, aun cuando el cuerpo se debilite o sufra la amputación de las manos, pie o lengua; o pierda el oído o la vista. Por tanto, es evidente e indudable que el espíritu se diferencia del cuerpo, y que su permanencia es independiente de la del cuerpo. Antes bien, el espíritu, rige sobre el mundo del cuerpo con el mayor de los ascendientes; su poder e influencia, al igual que la munificencia del sol en el espejo, se manifiestan y se tornan visibles. Mas, cuando el espejo se enturbie o se rompa, cesará de reflejar los rayos del sol.
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